¿Por qué vemos películas?
Por: Ricardo Zambrana – Zambranitis
Les doy la más cordial bienvenida a este humilde espacio que tendremos para hablar de cine, películas y otras locuras de la vida. O mejor dicho, me doy yo mismo la bienvenida y agradezco esta hermosa oportunidad que me brinda la Cinemateca Nacional.
Quiero comenzar esta sección con una pregunta que me he hecho más de una vez. Digamos que unas 800 millones de veces y aún estoy tratando de contestarla adecuadamente:
¿Por qué vemos películas?
O sea, es obvio que nos entretiene. A veces hasta nos emociona. Pero…
Aparte de ser la oportunidad perfecta para carretear a alguien, estar en un cine durante hora y media, a nivel intuitivo, no debería de provocarnos tanto placer. ¿No odiaban ustedes estar sentados en alguna conferencia, en clases, en misa? La primera reacción es: “Claro, es que en el cine es más bonito porque nos están contando una historia”. Pero lo mismo hacen todos los días en la clase de historia y no a cualquiera le gusta. Ver Los Vengadores: la era de Ultron o estudiar el sistema económico de los Fenicios… ¿Qué diferencia hay como para que una me guste más que la otra?
La razón de todo esto es que las historias fueron inventadas para controlarte!!!
Eso es mentira! Yo veo Superman y no me siento como Superman.
Pues que bueno que hablemos de Superman, porque ¿Sabías vos que las historias de superhéroes son de las más antiguas que existen? Eran contadas cuando la gente se reunía alrededor de las fogatas muchísimo antes que existiera el lenguaje escrito. Esas historias fueron creadas para enseñarnos cómo comportarnos. A ver si me explico. Cuando el ser humano aún vivía en tribus y cazaba, no sabía escribir, ni hacer jeroglíficos, ni enviar snapchats. Por ello, no tenían registro histórico (ni tenían escándalos por fotos filtradas). Tampoco tenían un sistema educativo que les permitiera pasar formalmente el conocimiento hacia las nuevas generaciones, el conocimiento en general. Y claro, esto era un enorme problema. Pues cuando comenzaron a formar civilizaciones, los jefes necesitaban que los niños no solamente supieran cómo cazar y pescar, sino que necesitaban ciudadanos que amaran a su tribu y pelearan por ella.
Los niños tenían que comprender el panorama completo. Debían entender lo importante de preservar y defender a los suyos. Lo importante de rechazar a la tribu vecina que un día podría atacarlos y cuando eso pasara, estar dispuestos a ir a la guerra sin importar el miedo que sintieran. ¿Cómo crear ese valor en ellos? Esa conciencia.
Para esto, podían intentar una de dos cosas:
1) Aburrir a los niños durante miles de horas escuchando la historia de la tribu, pues nadie la había escrito aún o…
2) Contarles una historia interesante. La historia de Cherepo el Grande, que cuando vio que la tribu vecina salió de las aguas a matar a sus mujeres y niños, peleó valiente y solitario durante la noche entera, recibiendo heridas, flechazos y enviando al enemigo de vuelta a las profundidades del abismo, para luego caer muerto heroicamente con música de John Williams de fondo. Vos querés ser como Cherepo, verdad pequeñín? Verdad que Cherepo no murió en vano?
Es obvio de que la opción número 2 era la que más fácilmente se grababa en la mente de los niños. No importaba si la historia era ficticia o una absurda exageración de la verdad (en la mayoría de los casos, así era), cumplía su función de crear en el pequeño la respuesta necesaria. Entonces estas historias fueron creadas y contadas no porque la gente fuese mentirosa, sino porque era la única manera de transmitir ideas, de moldear pensamientos, y así, sobrevivir.
Así se fueron creando los mitos y por ende, la mitología. Personajes ficticios que representaban alguna enseñanza moral o que daban un vistazo llamativo y a veces exagerado de un registro histórico. Estas historias eran más fáciles de recordar, no tomaban tanto tiempo en ser contadas y eran precisas, iban directo al grano.
Y por eso casi todas estas historias se parecen y siguen un patrón similar: Un héroe superando las adversidades, un hombre valiente que se sacrifica por un bien mayor, son lo que hace que una civilización que no sabe leer ni escribir, avance. La gente, los edificios y las calles son el hardware, pero la mitología es el software.
Y es un software que después de decenas de miles de años, ha condicionado nuestra forma de pensar. Hoy en día las historias no se cuentan solamente para darnos lecciones, pero cada una de ellas está hecha para condicionarnos. Para crear en nosotros una respuesta que nos cambie un poco la forma de pensar, ya sea para seguir yendo al cine, para comprar los productos que salen en la película, o en algunos casos hay intereses políticos, religiosos, de todo tipo. Pero aquí viene lo interesante: El ser humano lleva tanto tiempo contando y escuchando o leyendo historias, que en muchos casos ya le cuesta separar ficción de realidad. Y es justo lo que abordaremos la próxima semana:
Un director de cine te manipula mucho más que tu novio.
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