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Cinemateca Nacional Nicaragua

Lady Bird: Visión nostálgica de una juventud vertiginosa

Opinión: Rafael Lechado

La juventud vertiginosa que llega a un punto de eventual madurez, esa es una etapa que genera el crecimiento y a veces las lecciones que te marcarán de por vida para cuando voltees a ver hacia atrás. Con esa nostalgia, algo de picardía y mucho cariño es que Greta Gerwig (escritora y directora) planteó Lady Bird, una película que recorre unos años efusivos por parte de su protagonista.

El recorrido por una escuela católica, el reconocimiento de amistades genuinas así como otras superfluas más los primeros encuentros con el amor, son aspectos que veremos en este filme, encantadores todos ellos por la actuación que deja Saoirse Ronan como Charlotte McPherson, esa chica que no se conforma con su alrededor y quiere algo más, mucho más para sí misma.

Ella se hace llamar “Lady Bird“, un nombre dado por ella y para ella a como lo explica en una escena en donde está haciendo audición para una obra de teatro en su colegio. Y es que ella es así, quiere sentirse libre y fluir de forma creativa, por eso encuentra en varias actividades algo que la acerca a ser quien quiere ser, una joven que pueda ir a estudiar a universidades de prestigio de Nueva York, ya que Sacramento (California) le parece muy poco.

Desde el inicio del filme la vemos suplicando a sus padres que la apoyen con ese cometido, pero no son una familia adinerada ni mucho menos, algo que su madre Marion le repite una gran cantidad de veces, quizás intentando meterle cordura y carácter a su enérgica hija. Aunque a como dice el papá de Lady Bird, ambas se parecen en temperamentos fuertes.

El filme nos retrata entonces la vida de esta chica de 17 años y sus distintas actividades en el colegio y fuera de éste (el año es 2002 y se nota la diferencia con lo que se hace ahora), ya sea buscando mejorar sus notas o pasando el rato con su amiga Julie, mientras va conociendo chicos que le irán despertando intereses amorosos. Aunque suene convencional, crean que la puesta en escena no lo es, los cortes de una situación a otra van a un ritmo acelerado -casi que parpadeas y ya están en otra locación y haciendo algo diferente-.

Ese conjunto de escenas nos ayuda a situarnos a ver el mundo como su protagonista, que aunque dice estar aburrida en donde está, en realidad presta mucha atención a su alrededor y tiene más corazón del que ella misma se da crédito. En medio de ello también hay ratos de buena comedia y personajes que brillan a pesar de verlos a ratos, se sienten auténticos y se percibe una razón del por qué forman parte de esta etapa de vida de Lady Bird.

El alma de esta película está sin duda en Ronan, quien hace un performance genial y que nos transmite muy bien sus frustraciones, alegrías e intentos de remendar situaciones que ella misma provoca, sobre todo la relación con su progenitora, de quien aunque lo niegue siempre busca su aprobación. Lady Bird quiere caerle bien a su madre, no solo que la ame por ser su hija.

Y por parte de Marion también nos encontramos una gran actuación de Laurie Metcalf, una mujer que debe trabajar doble turno en un hospital psiquiátrico y además ayudar en el hogar, peor que su marido sufre por no conseguir trabajo. Y cabe mencionar que tienen un hijo mayor que vive con su novia en la misma casa.

Por hora y media veremos momentos únicos de la juventud como las primeras fiestas, primeros besos y primer todo; desde los primeros efectos del alcohol, cigarros hasta el sexo como tal. Tampoco nos escaparemos de las típicas tradiciones gringas como el Prom o la cena de Acción de Gracias, festividades que -según aprendemos en el cine y series- pueden marcar la vida de las personas que viven en EEUU.

La forma en cómo está editada la película con cortes abruptos y la forma de ser tan real de su protagonista, más el conjunto de personas que dan vida a las situaciones por las que pasa (que no son pocas), dan mucho realce a esta producción y se entiende la razón que gustó tanto a críticos como público general. Es de esos filmes que te dejan sonriendo y algo acongojado el corazón cuando lo finalizás.