Loading...

Cinemateca Nacional Nicaragua

Death Note, una terrible y vergonzosa adaptación live-action

Opinión: Rafael Lechado Cruz / Echados Viendo Tele

Realizar una adaptación de un anime tan idolatrado como Death Note no es tarea fácil para nadie. Poder resumir en 100 minutos lo que se desarrolla en 37 episodios es algo que debe hacerse con dedicación y esmero, lo cual no se vio del todo en esta pésima película original de Netflix.

Ya sabíamos de antemano que estaríamos frente a una “americanización” de la historia original, con todo el desarrollo llevándose a cabo en Seattle, Estados Unidos, lo cual en primera instancia a pesar de causar malestar creí que sería una oportunidad para que su director Adam Wingard le diera un toque sombrío y lluvioso (tomen de referencia la serie The Killing), pero no, aunque hay sus dos o tres tomas interesantes, las locaciones no sorprenden en lo absoluto.

Pero claro que más allá del terreno americano había un reto mucho mayor de realizar esta adaptación: sus personajes principales. Aquí nos encontramos a un Light totalmente diferente, a quien le hacen bullying y hasta tiene ciertas tendencias emo que quiebran por completo a una pieza tan original del anime japonés; una persona ambiciosa, popular y con un sentido de nobleza/justicia que impone encima de todo. Light y su creación Kira se creen el Dios del Nuevo Mundo pero aquí es un adolescente que prácticamente va jugando con su Death Note, peor cuando hace alianza con quien se convierte en su novia.

Hablamos de Mia, una joven que nunca sabemos de dónde proviene su sentido nihilista y de querer acabar a toda costa con la vida de “los malos”. Todavía en Light nos muestran un background en donde su madre falleció por culpa de un mafioso, el cual salió libre sin pagar ningún tipo de condena, por lo que él se inspira en poder ser el “defensor de los débiles” y de ahí su razón de usar la Death Note.

Y no podemos hablar de personajes principales sin mencionar obviamente a Ryuk, quien cada vez que sale en pantalla es algo que los hará retorcerse de la vergüenza, un muñeco gigante que no provoca absolutamente nada, a pesar que lo reflejan como un demonio realmente malo y vengativo, en vez de ser simplemente un shinigami aburrido. En todo momento se ve ridículo y que si no fuese por el excelente trabajo de Willem Defoe con su voz quizá esta película tendría un valor aún más bajo.

¿Quién hace falta? ¡Ah claro… L!… Eso sí fue triste en verdad, no tanto por que hayan ocupado a un afroamericano para interpretar ese papel en vez de un japonés o a algún asiático, sino porque desprecian por completo su rol original. En ningún momento lo vemos como el genio que es, una persona con una mente superior y habilidades de deducción que le ganan a cualquier ser humano. No, aquí es alguien que se deja llevar por sus impulsos y que parece un títere con sus ademanes y su pasión por los dulces. Es doloroso ver ya casi al final del filme sus acciones desesperadas, quitando cualquier ápice de la personalidad que tanto gustó en el anime.

Y es con esos personajes que se desarrolla una película que por muchos tramos carece de sentido, por ejemplo persecuciones policiacas que deben usarse de recurso al no tener el ingenio de atraer al público simplemente por juegos mentales entre los que debían ser sus protagonistas. Otro aspecto es casi llegando al final en donde Light arma un plan tan rebuscado como el uso de canciones ochenteras como soundtrack del filme, volviendo el cierre en algo absurdo y abrupto, con el cual uno hasta puede quedar perplejo de que realmente hayan decidido hacer un ending así. Yo hasta me quedé esperando a ver si habían escenas post-créditos pero no, no hay nada.

Si les gustó muchísimo el anime como a mí se sentirán muy decepcionados de esta adaptación gringa, que por momentos pareciera que va avanzar en algo bueno pero la verdad queda debiendo y mucho. Es increíble que teniendo un material tan grande no pudieran salir con un mejor guión, por eso si realmente la están pensando en ver Death Note versión live-action les digo que nada se pierden en no hacerlo, quizá hasta se ahorren algún enojo.